miércoles, 14 de marzo de 2012

Guerra a la Homeopatía: una batalla sin equidad.

Cualquier conflicto que se precie tiene entre “las clases” una única ventana o luz, es decir, el poder. Los estudiosos clásicos del conflicto, desde Tucídides y Sun Tzu, hasta Maquiavelo, Marx y Von Clausewitz, lo enfocaron desde este singular aspecto específico.
Se podría afirmar sin temor al equívoco que Tucídides sería un modelo de historiador ideal, pues tuvo que escribir desde el destierro. En cierto sentido su modo de escribir la historia es la antítesis de Heródoto, al que tildó de mero logógrafo. Nos revela su propuesta de un libro donde todo sea verdad (curiosa certidumbre), utiliza el término sygraphein (acta), es decir, un contrato con el lector en el que garantiza la veracidad de lo narrado. La forma de escribir historia por tanto está basado en la autopsia, sólo lo que se ha visto se puede escribir. La estructura que tomará será:

Logoi: discursos. No es realmente lo que dijeron los personajes sino que son reconstrucciones aproximadas de lo que pudieron decir.

Erga: acontecimientos. Primero se apoya en lo que han visto los testigos, los interroga hasta estar seguro de lo que en realidad ocurrió y luego se apoya en pruebas jurídicas.

En su obra, escrita con gran rigor y muy prosaica, analiza los hechos, yendo más allá de lo anecdótico para buscar las motivaciones personales de los protagonistas de los hechos, sus ambiciones y sus temores, sin ocultar sin embargo su admiración por algunas posturas políticas. Su intención íltima es que prime la objetividad.

El arte de la guerra de Sun Tzu ha influido en muchas figuras históricas notables. Presenta una filosofía de la guerra para la gestión de los conflictos y ganar batallas. Se acepta como una obra maestra sobre la estrategia y ha sido frecuentemente citado y referido por generales y teóricos desde que fue publicado por primera vez, traducido y distribuido internacionalmente. De acuerdo con Simpkins y Simpkins, El arte de la guerra de Sun Tzu utiliza un lenguaje que puede ser inusual en un texto occidental sobre guerra y estrategia. Por ejemplo, su capítulo 11 dice que un líder debe ser «sereno e inescrutable» y capaz de comprender «planes insondables». Afirman que el texto contiene muchos comentarios similares que desde hace tiempo confunden a los lectores occidentales que carecen de un conocimiento del contexto de Asia Oriental, pues tales comentarios resultan más claros cuando se interpretan en el contexto del pensamiento y la práctica taoístas. Sun Tzu vio el general ideal como un maestro taoísta iluminado, lo que ha llevado a que El arte de la guerra sea considerado un excelente ejemplo de estrategia taoísta. El libro no sólo es popular entre los teóricos militares, sino que también se ha ganado gran aceptación entre los líderes políticos y los grandes de la gestión empresarial. A pesar de su título, El arte de la guerra aborda estrategias de un modo amplio, incidiendo en la administración pública y la planificación. El texto describe teorías para las batallas, pero también aboga por la diplomacia .

Aunque Maquiavelo nunca lo dijo, se le atribuye la frase "el fin justifica los medios", ya que resume muchas de sus ideas. Tradicionalmente, se ha encontrado una aporía en el pensamiento maquiaveliano como consecuencia de la difícil conciliación de sus dos obras principales, los Discursos sobre la primera década de Tito Livio y El príncipe.

En los Discursos, Maquiavelo se declara partidario de la república, partiendo del supuesto de que toda comunidad tiene dos espíritus contrapuestos: el del pueblo y el de los grandes (que quieren gobernar al pueblo), que están en constante conflicto. Para Maquiavelo el mejor régimen es una República bien organizada (toma como ejemplo la República Romana), aquella que logre dar participación a los dos partidos de la comunidad para de esta manera contener el conflicto político dentro de la esfera pública.

Maquiavelo señala, y de aquí la calificación de bien organizada, que es primordial que en dicha república se disponga de las instituciones necesarias para canalizar el conflicto dentro de las mismas sin las cuales la república se desarmaría. Ninguna de las otras formas de gobierno como la aristocracia, la tiranía, la democracia o la monarquía logran el equilibrio de los partidos dentro del régimen por lo que son inestables.

Los intérpretes proclives a las tesis republicanas han pretendido, desde Rousseau, conciliar la contradicción entre los Discursos y El príncipe considerando que este último supone un ejercicio de ironía que sencillamente desnudaba a la luz pública lo que eran las verdaderas prácticas del poder.

Marx, en su juventud estudia la alienación (o enajenación) y la ideología, desde una perspectiva cercana al humanismo influida en gran parte por la filosofía de Ludwig Feuerbach.

Marx se pregunta y contesta en sus Manuscritos de 1844:

¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo? Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo. En último término, para el trabajador se muestra la exterioridad del trabajo en que éste no es suyo, sino de otro, que no le pertenece; en que cuando está en él no se pertenece a sí mismo, sino a otro. (...) Pertenece a otro, es la pérdida de sí mismo.

Paralelamente a estas ideas describe al hombre con diversas concepciones: lo considera un ser real de carne y hueso; es únicamente el resultado de la historia económica, un predicado de la producción de la misma historia. Piensa que el hombre se realiza modificando la naturaleza para satisfacer sus necesidades en un proceso dialéctico en que la transformación de agente y paciente es transformación mutua. La autogeneración del hombre es un proceso real, histórico – dialéctico, entendiéndose la dialéctica como proceso y movimiento a través de la superación sintética de las contradicciones. Cuando Marx habla de 'realidad' hace referencia al contexto histórico social y al mundo del hombre. Asegura que el hombre es sus relaciones sociales. Para Marx, lo que el hombre es no puede determinarse a partir del espíritu ni de la idea sino a partir del hombre mismo, de lo que éste es concretamente, el hombre real, corpóreo, en pie sobre la tierra firme. El hombre no es un ser abstracto, fuera del mundo sino que el hombre es en el mundo, esto es el Estado y la sociedad. La libertad, la capacidad de actuar eligiendo, está limitada a las determinaciones históricas, pero es, al mismo tiempo, el motor de aquéllas cuando las relaciones sociales y técnicas entran en crisis. Dios, la Filosofía y el Estado constituyen alienaciones en el pensamiento, alienaciones dependientes de la alienación económica, considerada para Marx única enajenación real.

Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz suele citarse como consecuencia del concepto más provocador de su obra: «La guerra es la continuación de la política por otros medios». Sin embargo, esta idea no tenía el menor matiz de cinismo en el contexto del libro. Clausewitz pensaba que la guerra moderna es un «acto político», y esta manifestación ponía en juego lo que él consideraba el único elemento racional de la guerra. En su concepción, los otros dos elementos de la guerra son: a) el odio, la enemistad y la violencia primitiva, y b) el juego del azar y las probabilidades. «El primero de estos tres aspectos -escribió- interesa especialmente al pueblo; el segundo, al comandante en jefe y a su ejército, y el tercero, solamente al gobierno. Las pasiones que deben prender en la guerra tienen que existir ya en los pueblos afectados por ella; el alcance que lograrán el juego del talento y del valor en el dominio de las probabilidades del azar dependerá del carácter del comandante en jefe y del ejército; los objetivos políticos, sin embargo, incumbirán solamente al gobierno».

En la teoría de Clausewitz, los elementos del odio, el cálculo y la inteligencia (dicho de otro modo, la pasión, el juego y la política) forman una «trinidad» inseparable. Así pues, Alemania se basó en Clausewitz para unificar la conducción militar y la política durante las dos guerras mundiales del siglo XX. Observada con rigor, su filosofía indica que el cálculo de los militares (la estrategia) y la conducción política tratan de dirigir e instrumentar una tendencia a la violencia y la hostilidad preexistente. Sostenía que, aun cuando un conflicto se iniciara sin esa base emocional, su desarrollo necesariamente influiría en este plano.

Clausewitz concebía la guerra como una empresa política de alto vuelo, sin desconocer la sangre y la brutalidad que implica. Por eso, consideraba que todos los recursos de una nación deben ponerse al servicio de la guerra cuando se decide su ejecución. Y pensaba que la guerra, una vez iniciada, no debe detenerse hasta desarmar y abatir al enemigo. Su definición de la guerra es: «Constituye un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad».

Y vosotros os preguntareis ¿Y qué tiene todo esto que ver con la Homeopatía? ¿De qué habla este hombre? ¿Tendrá la decrepitud en su testa o simplemente la “menopausia masculina” lo estará aturdiendo?

No creáis, yo mismo me he formulado estas preguntas y quiero meditar despacio, pues ahora el silencio me desespera. Os pongo en antecedentes: Nos desacreditan y nos desprecian por doquier y ante cualquier posibilidad utilizan el infundio. Aquí estos hombres y mujeres que parecemos indignos por llamarnos Homeópatas tenemos que dar explicaciones científicas a cada paso damos o que hacemos. Se nos cuestiona todo, eso sí, no se para nadie a pensar que hemos elegido el camino difícil, me explico: Hemos estudiado nuestra carrera al uso, hemos competido con los mejores y con las mejores notas hemos conseguido nuestro primer objetivo, acabar nuestros estudios de medicina, ser médicos. Gran orgullo, después la mayoría de estos orgullosos médicos se ha especializado, es decir, ha seguido vinculado a la escuela oficial y ha conseguido “un status” al uso. Lo fácil hubiera sido dedicarse a ello, sea Medico General o de Familia, Ginecólogo/a, Pediatra, Oncólogo/a, Anestesista, Internista, Traumatologo/a...Eso hubiera sido lo fácil, porque no lo duden en ese espacio cabemos todos, a parte de haber trabajo, hay y ha habido todas las posibilidades del mundo dentro del sistema. Sin embargo esos hombres y mujeres, MEDICOS, han elegido un camino duro, nada fácil, en el que desde los tiempos del nacimiento de esta ESPECIALIDAD, se han tenido que llevar a sus espaldas el desprecio, la incomprensión y el descrédito de sus compañeros...Y ojo, digo de sus compañeros por no decir otra cosa. Nosotros, los homeópatas, sabemos de la otra medicina, hemos conseguido nuestros títulos que nos permiten trabajar en el sistema en el mismo lugar que nuestros compañeros. Sin embargo, ellos, nuestros colegas y si no todos, la gran mayoría, no tienen ni la más remota idea de lo que es la Homeopatía, pero sin embargo de cuando en cuando surge alguien que dirige sus esfuerzos a desprestigiar a la homeopatía y por ende a sus compañeros y compañeras homeópatas...Y aquí me acuerdo del PODER, de las argumentaciones de Maquiavelo, de Clausewitz, de Marx, Tucídides o de Sun Tzu. Ellos hablan de un modo u otro de la guerra, el último incluso del arte de la guerra, que después se aplica con “inteligencia” en la mecánica materialista de la venta...Porque no lo duden, ¿O acaso no lo sabían? Si, se trata de venta, hay que vender para ganar, ese es su planteamiento, y nosotros, incautos Homeópatas, no nos hemos dado cuenta de que ellos, a los que además no sabemos ni podemos dar forma, son nuestro enemigo, ya que si esto es la guerra, en buena lógica ha de haber al menos dos contrincantes. El problema reside, y esta es nuestra perdición, en que nosotros, los homeópatas, jamás los hemos visto como al enemigo...¡Cómo va a ser así! Son y han sido nuestros compañeros de estudios, nos hemos dejado los apuntes y hemos compartido las cuitas de las clases magistrales y no tanto, incluso las prácticas las hemos realizado en los mismos muertos, que dicho sea de paso, compartíamos hasta el extremo de que uno estudiaba los músculos de un brazo mientras el otro diseccionaba cualquier otra extremidad. Siempre hemos querido la confraternidad, y siempre hemos recibido la soberbia patada del que considerábamos amigo.

La penúltima: Nos han denegado el denominado “interés sanitario” para nuestro V Congreso Nacional de Homeopatía a celebrar en Octubre de 2012. Si, no se les enciendan los carrillos, esto es lo que ha pasado en la querida Asturias y su consejería de Sanidad, además ha sido en dos ocasiones, la primera, ilusos de nosotros, se pensaba que era por un defecto de forma, la segunda queda claro “que porque no nos quieren” y yo no se si son o han sido los burócratas o nuestros compañeros de estudios, pero me fascinan sus dotes e intelecto, su cultura médica, su saber científico, e incluso su compañerismo y sus conocimientos de la física y la terapéutica para atreverse a tal estupidez, porque no se puede denominar de otro modo a tal insidia. Estas palabras son muy poco para lo que realmente merecen y es más, ahora comprendo al viejo Hahnemann que harto de que sus esfuerzos fueran valdíos, tiró por el camino de la intolerancia al estúpido y la mirada firme, con una espalda tan ancha como ancho es este mundo.

Hoy pienso que hemos de celebrar, si y digo CELEBRAR con mayúsculas, el Congreso más multitudinario que imaginarse puedan, que estemos allí cuantos amamos este arte, que desde la unidad argumentemos contra su ignorancia y que reforzados crezcamos en la necesidad del saber que no estamos solos, que no somos individuos aislados, que nuestros pacientes que nos quieren, muchos ya han sido curados, que no paliados. Y que en nuestras retinas se ha impresionado muchísimas veces la necesidad del que sufre ante el que con humildad hemos tratado de ayudar hasta donde posible nos ha sido.

Os hago un llamamiento, se que desde aquí poca voz puedo tener, pero como dice el otro: “esto es lo que hay”. Mi llamamiento es a la unidad y a la necesidad de enseñar una única voz que crezca alto y fuerte, que seamos muchos y firmes los que acudamos al V Congreso Nacional de Homeopatía del que nos sentiremos muy orgullosos a pesar de carecer del marchamo que la Consejería de Asturias nos ha negado “el interés sanitario”.

Allí os espero, en la Asturias desde cuya consejería de sanidad (por supuesto con minúsculas) se nos desprecia. Se que no estoy solo y por eso tengo el deseo de abrazaros a todos cuantos participáis de nuestra sencilla forma de comprender el mundo.