lunes, 7 de diciembre de 2009

Historia de las concepciones patogénicas de Hahnemann

SEGUNDA PARTE: de 1795 a 1805

La hipótesis faro del miasma - animáculo - . La primera experiencia de inmunización preventiva por medio de un remedio a dosis muy mínimas. Los miasmas son inaccesibles con los sentidos. Las enfermedades estables: las enfermedades contagiosas agudas y crónicas a los miasmas específicos, y ciertas intoxicaciones.


1795


Antes de estudiar la segunda parte del " amigo de la salud ", examinaremos un artículo muy importante, desde punto de vista que nos ocupa, publicado el mismo año, pero que, según Ameke (1), habría sido escrito entre 1792 y 1794. En este artículo titulado "sobre las cortezas de leche ", cuenta la infección de sus niños por una enfermedad endémica en el pueblo donde permanecía entonces y llamada “cortezas de leche” (el carácter infeccioso de la afección, no nos permite saber si se trata de la llamada hoy, Costra láctea).

Esto, le permitió darse cuenta, que la enfermedad se transmitía por contacto. No pudo impedir la infección de sus niños a los que cura con un tratamiento local de Hepar Sulfuris. Supone pues, que la enfermedad es una enfermedad cutánea causada solamente por el contagio, y añade: " ¿ el contagio no tiene como miasma posiblemente todos los pequeños animáculos ? " (Gar kleine a Thierchen zum Miasm) (11). Distintamente, resulta pues aquí, que Hahnemann, desde 1795, asimila miasma y animáculo, a título por lo menos de hipótesis. Repetirá esta idea magistralmente en 1831.

Todavía estaba lejos de aplicar sobre toda enfermedad, un tratamiento por vía interna o de afirmar por lo menos, la supremacía.



EL AMIGO DE LA SALUD: 2ª PARTE (10)

Aquí todavía, Hahnemann admite la doctrina del contagio. Nombra a los agentes responsables del contagio: " Der Ansteckungszunder " (el agente que pone en marcha el contagio), "Ansteckungsmiasmen" (miasmas contagiosos), " der Zunder zu Seuchen " (el agente que pone en marcha las epidemias), "Pesthauch" (pestilencian exhalada) a propósito de la exhalación soltada por los presos, " animalische Gifte " y " thierische Gifte " (venenos animales). No habría que creer que entienda por esta última expresión, animáculo. Evidentemente, significa sólo un veneno exhalado por los animales. Si se refiere a " venenos animales llamados miasmas epidémicos (Seuchenmiasmen) ", dice en otro lugar que la exhalación de los presos degenera constantemente y se corrompe, y que el veneno animal debido al aire de las celdas demasiado estrechas, el aire que corrompe la respiración, se fija en gran cantidad sobre las paredes de las prisiones y degenera con tiempo en un “soplo pestífero”. Más lejos, evoca las moradas miserables donde se concentran, se estancan y se pudren las producciones animales soltadas por las exhalaciones y el aliento. Parece pues, que no tuviera aquí una concepción precisa de lo que es un miasma y sea totalmente impotente de precisarlo, sería cuestión de poco tiempo, si el miasma es engendrado en el interior o fuera del sujeto. Explicar y resolver tal problemática, no podía ser cosa fácil.

Los venenos pestíferos más asesinos son, según él, los que provienen de sustancias animales en su último estadio de putrefacción.

Así, como lugares de contagio, señala la lana y los cabellos a los cuales los miasmas contagiosos se unen más fácilmente, los trajes (ropas), la ropa blanca, las camas y hasta el dinero (plata), las cartas, los pelos de los animales, los lugares colectivos (paredes de prisiones, los de cabinas de barcos, salas de disección, escuelas públicas).

Como fuentes de los miasmas infecciosos, denuncia (revela), por supuesto, a los enfermos mismos, los pantanos y los fosos cuando se desecan, la descomposición de las sustancias animales, los cadáveres, a propósito de los cuales tiene en cuenta, que no ha sido establecido, cuántos años el agente que pone en marcha el contagio puede, sin perder su virulencia, quedar sujeto a los cadáveres enterrados, y que murieron de enfermedades malignas.

Contra todas estas fuentes de contagio, primitivas o secundarias, Hahnemann recomienda medios profilácticos juiciosos. Particularmente insiste en la circulación del aire y en la utilización de un calor de más de 100°R, el medio más eficaz de destruir los miasmas. La temperatura más elevada es la mejor y preconiza el agua hirviente y el fuego o, cuando esto no es posible, los humos de Sulphur.

¿Como enfermedades contagiosas, cita la viruela, el sarampión (melampiro silvestre), la escarlatina, el dolor maligno de garganta (¿difteria?), la fiebre miliar, muchas enfermedades de piel, y se pregunta si la tosferina forma parte de eso.


1796

El " ensayo sobre un nuevo principio " (Recogido en su traducción española en la obra: Escritos Menores, tomo I, (editado en 2003 por la Academia de Homeopatía de Asturias) explica Hahnemann su principio, según el cual “para descubrir las verdaderas propiedades medicamentosas de una sustancia en las afecciones crónicas, deberemos fijarnos en la enfermedad artificial particular que provoca habitualmente en el organismo, a fin de adaptarla a un estado patológico muy análogo que conviene combatir”. Al mismo tiempo, veremos como se confirma la siguiente proposición que confirma muchas analogías con la precedente, a saber: que para curar de forma radical determinados padecimientos crónicos, debemos buscar remedios que provoquen habitualmente en el organismo humano una enfermedad lo más análoga posible (46).

A propósito de la ipéca, Hahnemann evoca el esfuerzo de la naturaleza para eliminar los miasmas contagiosos hacia la piel, la ipéca favorece esta acción por estimulación reaccional (…y son transportados a la piel los miasmas de las enfermedades contagiosas…) (46).



1798

En su artículo " Algunas especies de fiebres continuas y remitentes " (12), recogido igualmente en su traducción española en la obra: Escritos Menores, tomo I, editado en 2003 por la Academia de Homeopatía de Asturias, sin embargo, hay una pequeña discrepancia en la fecha de publicación en el periódico Hufeland, que aquí se atribuye a 1797 (46). En él, se confirma la idea, de que en el caso de las fiebres epidémicas o esporádicas, el tratamiento en la gran mayoría de los casos, no necesita ser individualizado, es decir, que puede ser específico de la enfermedad nominal e idéntica entre todos los individuos. Para cada una de las tres fiebres esporádicas que Hahnemann describe, encuentra un remedio específico, el haba de San Ignacio, el opio, el alcanfor, pero éstos, en esta fecha, aún no tienen aparentemente, nada de propiamente homeopático.


1801

Hahnemann publica un opúsculo " Curación y preservación de la Fiebre escarlatina " (13) que representa una etapa muy importante de su pensamiento, porque prescribe para ello, por primera vez, dosis extremadamente mínimas aunque moleculares (1/5.000.000 de un grano de opio y 1/24.000.000 de un grano de jugo de belladonna).

Ya había sido demostrado que se podía prevenir una enfermedad infecciosa y contagiosa, las viruelas, introduciendo en el cuerpo el mismo poder de la enfermedad, la práctica, antigua en Asia pero reciente en Europa bajo la forma de la inoculación. Jenner acababa de publicar (en 1798 y no de 1796 como dije) los primeros resultados de su descubrimiento, la "vacunación", según el cual se podía prevenir contra las viruelas con la ayuda de un poder diferente pero con la ayuda de una enfermedad próxima.

Hahnemann evoca dos vías por las cuales ha dado preventivamente la belladonna. Pero es frecuente que reconstruya a posteriori sus pasos, estando seguro de que esta reconstrucción sea fiel. También, incluiré, desde mi punto de vista, la hipótesis del tercer progreso en el espíritu de Hahnemann.

Desde 1798, Hahnemann podía haberse informado de las experiencias (experimentos) de Jenner sobre la vacunación. En la cita de Jenner que reprodujimos (40), éste no veía ninguna contradicción entre los resultados de sus experiencias (experimentos) y el segundo principio fisiológico y terapéutico de Hunter. Jenner, suponía pues, que este principio pudiera aplicarse a enfermedades muy próximas, análogas o semejantes, y su reflexión confirmaba el principio de similitud al mismo tiempo que validaba su extensión a la profilaxis. Esta reflexión, figura en el tercer tratado de Jenner sobre las viruelas, entre las que hubo dos ediciones en la segunda mitad del año 1800. Hahnemann, podía pues, disponer de eso y haber leído esta observación de Jenner en los meses o semanas que precedía a su experiencia (experimento) con belladonna. Por esta conjunción de sus ideas con las de Hunter y de Jenner, Hahnemann tenía sólo que someter a un test el principio de similitud en la práctica preventiva. La sola diferencia notable consiste en que la materia “vacinígena” es surtida por el enfermo mismo y no por el mundo exterior, pero esta diferencia se reveló luego más práctica que teórica como lo será también entre material vivo y muerto.

Nada prueba que Hahnemann hubiera razonado así. Sin embargo, debemos subrayar el hecho notable, que no aparece en la lectura de la traducción francesa muy truncada, que Hahnemann, en su prefacio, explícitamente se refiere a la vacunación Jenneriana, sin embargo, no nombra a Jenner. Y establece una perfección paralela entre la vacunación y su experiencia (experimento) profiláctica con belladonna explicando que obedecen ellas ambas, a su nuevo principio, que es más general, y es por supuesto, el principio de similitud.

Penso atribuye el descubrimiento de que era posible vacunarle con material no vivo (puramente químico) a D.E. Salmon y J. Smith que, en 1886, demostraron que el agente muerto por el cólera de los pollos, vacunaba, como lo hacían los gérmenes vivos o atenuados. Si lo explicitado por Hahnemann es verdad, lo que se argumenta difícilmente dudoso, deberíamos atribuirle este descubrimiento desde 1800 o 1801 y además el de la posibilidad de vacunar con una sustancia no extraída del germen mismo, muerto o vivo, porque, hasta negando la acción de las dosis ultramoleculares, la dosis utilizada por Hahnemann es compatible con la teoría molecular. Todavía, podríamos negar que la belladonna, siendo diferente del agente de la enfermedad, pueda vacunar contra la escarlatina. No obstante, podemos hacer la hipótesis de que la belladonna contiene una estructura molecular, o de otro modo física, vecina de la del virus de la escarlatina, que permite esta acción preventiva homeopática.

Este artículo confirma la idea, pero matizándolo, que no es necesario individualizar el tratamiento en el caso de las enfermedades contagiosas. La elección del remedio puede a pesar de todo variar siguiendo:
- El estadio de la enfermedad
- El estado del organismo enfermo.

También, Hahnemann prescribe, con arreglo a las circunstancias, el opio y la ipéca. Varía la frecuencia de la toma y la dosis, porque el mismo remedio no tiene constantemente la misma eficacia, cuando circunstancias anexas intervienen (enfermedad concomitante, traumatismo físico o espiritual, epidemia muy violenta).

Desde 1795, Hahnemann afirmaba que la escarlatina era contagiosa. Precisa aquí, que posee en sumo grado esta funesta propiedad de comunicarse. Perfectamente determina las causas del contagio: unas compañías (frecuentaciones) demasiado estrechas de los enfermos o de las cosas que estuvieron en contacto con sus exhalaciones. En un caso que describe, acusa implícitamente a una colcha de lana de ser el agente del contagio.

Más importante es el hecho por el que se refiere dos veces a Plenciz (1705-1786), casi el solo autor al que cita, y a su obra superior “Opera medico-physica” de 1762, dando una referencia precisa del tercer tratado que se refiere a la escarlatina. Tiene pues, muy probablemente, como leída la obra, más aun, cuando cita abundantemente a Plenciz en 1808 en sus " Observaciones sobre la fiebre escarlatina " y de nuevo en el Organon. Entonces, la " historia general de las ciencias " (44) nos dice que " debemos a M.A. Plenciz una teoría importante de los gérmenes patógenos específicos; aunque muy pertinente, esta teoría no se apoyaba en ninguna prueba microscópica " (44). Según Barlety y Coury (2), Plenciz incrimina, al principio de las enfermedades diversas e infecciosas, un " germinal verminosum " específico. Según Penso, Plenciz atribuye la etiología de la escarlatina a "animáculos" con el sentido en que se entendía a Leeuwenhoek.

Sería muy interesante que un latinista estudie este tratado que pudo desempeñar un papel sobre Hahnemann en la génesis de su hipótesis sobre la naturaleza de los miasmas, cómo que consistía en animáculos, particularmente a propósito del cólera. Sin embargo, Hahnemann apenas se refiere a esta idea profética en su teoría general de los miasmas específicos, y en absoluto en cuanto a la escarlatina.

Las " reflexiones críticas sobre las tres maneras acreditadas de tratar las enfermedades " son importantes en lo que aportan, posiblemente bajo la influencia de Plenciz, ideas nuevas y precisas de Hahnemann. Supone en eso que existen unas enfermedades con sintomatología relativamente estable. Restringe el valor de la nosología a estos casos en que, además de las enfermedades contagiosas agudas y las patogenesias, comprenden ya dos de sus tres futuras enfermedades crónicas:
" Sin embargo, estas tentativas fueron felices, hasta en las manos de Vogel o en las manos de Wichmann, sólo tanto como tendían a hacer saber la marcha de algunas enfermedades epidémicas que a menudo reaparecían con caracteres bastante bien determinados, o afecciones endémicas que llevaban un sello de fijeza, o por fin enfermedades que provenían de una causa evidente (como los accidentes producidos por ciertos venenos, tales como el plomo y el vapor de carbón, o la infección por miasmas [que quedan bastante semejantes a si mismas] ' tal como la sífilis y la sarna), aunque, hasta en aquellos casos, se presentan diferencias que escapan de la descripción, que cambian a menudo completamente la cara de las cosas " (14).

Hace depender las enfermedades de su segunda clase, es decir dinámicas, de una "causa (14) inmaterial y dinámica " (unmaterieller, dynamischer Ursache) (la traducción francesa escribe por equivocación " causa material y dinámica " y del mismo modo se transcribió al español, en las traducciones efectuadas desde el francés).

Pretende que nombrar no aporta nada, que es fácil decir que la psora depende del miasma psorico (Krätzmiasm), la enfermedad venérea del miasma venéreo (venerischen Miasm), la viruela del miasma variólico (Pockenmiasm), la fiebre cuaternaria del aire de las ciénagas. Prosigue: " los miasmas mórbidos nos son totalmente desconocidos en su esencia íntima, tanto como las enfermedades mismas que los engendran. Su esencia íntima es totalmente inaccesible con nuestros sentidos " (14).

Un poco más lejos surge la idea de miasma crónico sin que Hahnemann utilice esta expresión, fórmula elíptica del traductor para abreviar un pasaje. Hahnemann exactamente habla del " miasma de la enfermedad periódica, más crónica que sea, que actúa con rigor en el estado endémico en el país de Lünebourg y de Brunschwig " (14). Designa esta enfermedad por el término inglés " Waterkulks " y el de "Wasserkolik" en alemán. No puedo decir de qué enfermedad se trata.

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