Como
bien sabéis, el término «ucronía» se refiere al tiempo que nunca
existió, en esencia es aplicado a toda suerte de relatos, cuentos o
novelas que suceden en el curso de un mundo que pertenece a nuestro
interior, sin relación con el momento histórico conocido.
Utopía,
en cambio, es el título de una novela política que se escribió en
latín en la Inglaterra de principios del siglo XVI por Thomas More,
que era canciller de Enrique VII. Desde entonces, coincidimos todos
en señalar el término para referirnos a un lugar que no existe.
El
amigo Tomás Moro —castellanizando su nombre—, fue canonizado
cuatro siglos más tarde y por tanto, desde entonces, es santo Tomás
Moro. Un hombre curioso, de actitudes cuanto menos peculiares; para
empezar, se opuso al divorcio del monarca con doña Catalina de
Aragón, lo que le vino a costar la vida después de ser encarcelado.
Su cabeza se expuso algún tiempo en el Puente de Londres.
Utopía
se tradujo al inglés en 1551, aproximadamente treinta y cinco años
después de su publicación en latín. En la primera parte de su
libro, que os recomiendo, hace una crítica impresionante de las
condiciones y condicionamientos sociales del mundo occidental por él
conocido: las miserias, los despotismos monárquicos, la venalidad y
el servilismo de los cortesanos, las corruptelas, la insanía de la
fiebre de conquista, la injusticia además del lujo, la ostentación
y la corrupción de la nobleza y el clero... Os suena, ¿verdad?
La
segunda parte del libro un misterioso viajero, llamado Raphael
Hythloday es al que se le asigna la tarea de describir la vida en la
que llama República de Utopía, un espacio propio en una isla
imaginaria. Se recrea la república ideal, Tomás nos presenta una
sociedad comunista y laica donde las instituciones e incluso la
política son gobernadas por la razón, cuando he dicho comunista me
refiero al hecho de que la propiedad es común, difícilmente él
pudiera acuñar dicho término.
Alguien
podrá decirme, no sin razón, que la idea del género utópico no
nació con Tomás Moro... y puede ser cierto, La República,
de Platón podría entrar perfectamente en dicho universo de
clasificación, también se me ocurren la Ciudad del sol, de
Tomasso Campanella, que vio la luz cerca de 1600... y como no,
Telémaco, de Fenelón sobre el 1700, incluso narraciones como
La Atlántida, no la pasada, sino una futura imaginada por
algunos oscuros y delirantes escritores nazis pertenecen al mismo
género... en fin, cabrían muchas más y siempre dejaría alguna en
el tintero. El diccionario es taxativo en su definición, nos viene a
decir que es un plan, un proyecto o ficción ideal, pero de imposible
realización.
Sin
embargo comencé hablado de ucronía, otra cosa muy distinta. Se me
ocurre que bien podría referirse a una novela que se basa en un
hecho que jamás ha ocurrido, pero que sin embargo pudo haber
pasado... por ejemplo, imaginad si los alemanes hubieran vencido en
la segunda guerra mundial, o si César no hubiera cruzado el Rubicón,
o si el paradigma de Hahnemann hubiera sido el imperante... He de
confesar que esto último hace poco lo comentaba con mi compañera y
me dijo: «Eso si que es una utopía». Como es obvio, le pregunté
el porqué, me contesto rauda: «no interesa, no genera riqueza...»
Yo le dije: «¿Pero la salud no es la mejor de las riquezas?». «¡Tu
flipas! —me contestó—, eso si que es una utopía...» Y en estas
estoy, meditando, intentando comprender el porqué y el para qué.
Hace
décadas surgió la polémica de si era conveniente o no incluir las
novelas y las narraciones ucrónicas en el género «ciencia –
ficción», como es obvio, después de tantos años no se ha llegado
a ninguna conclusión, sepan que yo pienso que jamás se llegará a
ello. Si aun tiene la Larousse, harto difícil en los tiempos de la
informática, en su diccionario histórico, temático y técnico de
las literaturas se encontrarán con que el género ucrónico nació
en las postrimerías del siglo XIX, nos habla de un libro curioso:
«Mi república» de Deslile de Sales.
Cada
uno de nosotros tendríamos la nuestra... en su capítulo XXI habla
de otra Revolución Francesa, la que hubiéra ocurrido si el Rey Luís
XVI hubiera actuado ante los nobles como para invalidar el llamado
juramento de Jeu de Pomme, mediante el que se consolidó en Francia
la monarquía constitucional.
Ustedes
dirán que esto no son más que cábalas que no nos llevan a sitio
alguno y seguro que tienen razón, sin embargo, debemos prestar
atención a la naturaleza de nuestros actos que comprometen en
devenir de un futuro siempre incierto... Ponderemos:
- ¿Podemos luchar contra los medios financieros de las grandes multinacionales que todo lo dominan?
- ¿Es bueno aliarse con multinacionales cuyo objetivo no es el nuestro?
- ¿Tenemos “colocadas” a las personas adecuadas para representarnos?
- ¿Todo el colectivo tiene los mismos intereses?
Son
solo unas cuantas preguntas, pero de difícil contestación, me dirán
algunos... otros, sin embargo, piensan que son facilísimas de
contestar con el corazón, dejando la visceralidad a un lado, otros
ni tan siquiera perderán un poco de tiempo en responderlas, no les
interesa.
Si
digo a la primera NO, a la segunda NO, a la tercera un NO mucho más
grande y a la última otro rotundo NO, algunos me tacharán de loco,
otros de renegado, otros dirán cualquier cosa... realmente importa
poco... ya es hora de llamar a las cosas por su nombre, de poner los
puntos sobre las “íes” y dejarse de pamplinas que no nos
conducen a nada... ¡ÉSTA ES MI UCRONÍA!