Breve historia para un debate ético.
Por Yasser Farrés Delgado
HAVANA TIMES — Curioso debate ha suscitado la decisión del Ministerio de Salud cubano (MINSAP) de reconocer a la Medicina Natural y Tradicional como especialidad médica, integradora y holística de los problemas de salud. La decisión no sólo responde a casi dos décadas de implementación de diversas terapias tradicionales en instituciones médicas cubanas; se inserta en la actitud transdisciplinaria que poco a poco gana espacio en la academia occidental/occidentalizada.
La clasificación “natural y tradicional” incluye muchas cosas pero quizás la Homeopatía sea la rama más cuestionada por los hombres y mujeres de la ciencia convencional, quienes siguen inscritos en la mentalidad racionalista/reduccionista moderna que todavía domina en las ciencias médicas occidentales. De estas personas llegan opiniones como: “el principio activo de la homeopatía no se sostiene”, “es un timo”, “es poco más que un placebo”, etcétera.
Curiosamente, opuesto a esas opiniones encontramos que diversas universidades reconocen los aportes de la homeopatía. La Universistat de Barcelona, por ejemplo ofrece un Máster en Medicina Homeopática. Además vemos que bases de datos científicas como Elsevier o Scopus, que están más que legitimadas por la comunidad científica internacional, reconocen el carácter científico de ciertas revistas sobre homeopatía. La revista estadounidense “Homeopathy”, por ejemplo, ha estado entre el primer y segundo cuartil del ranking de SCOPUS durante una década. Otras dos revistas van ganando espacio (la española “Revista Médica de Homeopatia” y la italiana “Revue d’Homeopathie”).
Como contribución al debate sobre la resolución del MINSAP quiero lanzar aquí algunas ideas que intentan ir más allá del restringido argumento de “las pruebas de laboratorio” y los “ensayos médicos”. Deseo promover un debate ético sobre la autoridad del conocimiento en las ciencias cubanas. Un debate que no parece haber tenido lugar en el país, o que ha sido muy débil y poco promovido, como demuestra el hecho que en la academia cubana todavía no exista libertad de cátedra (no existe libertad de pensamiento en general, ni muchas otras libertades).
Para lanzar estas ideas comenzaré recordando que la ciencia moderna (los científicos) se atribuyó a sí misma la autoridad del conocimiento gracias a relaciones de poder que quedaron definitivamente instauradas con la Ilustración. Esto lo explican muchos autores, incluido un texto poco divulgado del cubano Hirám Hernández (2005). Dichas relaciones son herederas de una historia que inicia antes, con la expansión del catolicismo y la colonización del mundo por parte de Occidente (ver Grosfoguel, 2013). Sobre esta herencia se ha escrito menos, por tanto, es necesario divulgarla.
Deseo promover un debate ético sobre la autoridad del conocimiento en las ciencias cubanas. Un debate que no parece haber tenido lugar en el país, o que ha sido muy débil y poco promovido, como demuestra el hecho que en la academia cubana todavía no exista libertad de cátedra (no existe libertad de pensamiento en general, ni muchas otras libertades).
Las ciencias en general y las ciencias médicas en particular, son herederas del método racionalista cartesiano que se instaurará como el único método de conocimiento fiable. En su “Discurso del Método”, Descartes sienta las bases que justificarán la autoridad del saber científico occidental (entiéndase, saber moderno) sobre cualquier otro conocimiento. Allí este francés plantea, dicho grosso modo, que hay que aislarse de todo conocimiento precedente (solipsismo) y desconfiar de todos nuestros sentidos (dualismo) para generar el “conocimientos verdaderos”.
La actitud de Descartes tiene dos consecuencias importantes, entre otras: 1. reniega de los conocimientos previamente producidos por todas las culturas del mundo en su conjunto; y 2. se atribuye a sí mismo la capacidad de producir un conocimiento universal que debe ser aceptado por todas las personas. De este modo él sienta las bases filosóficas y científicas por las cuales el hombre occidental, la ciencia occidental, se atribuirá a sí mismo la capacidad de producir el único saber verdadero posible (ver. Grosfoguel, 2008).
¿Qué condiciones se habían dado para que quede instaurada con Descartes esa relación de poder global en temas de conocimiento (colonialidad del saber)?¿Qué condiciones favorecieron esa actitud arrogante?¿Cómo se explica que se niegue la posibilidad de que un conocimiento válido pueda producirse de otro modo, con otro enfoque, diferente al “método científico”?
Para responder las preguntas hay que comprender que cualquier otro conocimiento ya había sido silenciado o eliminado, y que nadie podía decir lo contrario. Hay que comprender los grandes genocidios/epistemicidios del largo siglo XVI: el conocimiento ancestral de la naturaleza que poseían las mujeres europeas por su condición de cuidadoras (conocimiento sobre hierbas, pociones, etc.), había sido considerado “brujería” por la Iglesia Católica, y quienes lo practicaban fueron quemadas en la hoguera); el conocimiento desarrollado por la cultura islámica también fue destruido por la Iglesia Católica (las bibliotecas del Califato de Córdoba fueron destruidas y sus libros quemados); miles de «códices» y «quipus» fueron destruidos en “El Nuevo Mundo” a la vez que las culturas autóctonas fueron arrasadas; y así sucesivamente. (ver Grosfoguel, 2013).
La Iglesia Católica –o mejor dicho, la jerarquía patriarcal que se apoderó del catolicismo—, también tuvo en la mira a los científicos modernos. De hecho, Descartes se ve obligado a explicar en otro texto que sus ideas no contradecían la existencia de Dios y que este era la fuente de conocimiento en última instancia. Lo mismo tendrán que decir Newton y muchos otros hasta bien entrado el siglo XIX, en que el poder de la Iglesia Católica cae considerablemente.
¿Cómo se relaciona toda esta historia con la homeopatía y los dilemas de la ciencia cubana? Se me acaba el espacio, por tanto, expondré mis ideas más adelante. Sólo mencionaré que esta historia no se cuenta dentro de los planes de estudios de los científicos y científicas cubanos.
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Referencias
- Dussel, Enrique (2008). Meditaciones anti-cartesianas: sobre el origen del anti-discurso filosófico de la Modernidad, Tabula Rasa, 9, 153-197. Bogotá – Colombia ISSN: 0120-4807
- Grosfoguel, Ramón (2008). Hacia un pluri-versalismo transmoderno decolonial. Tabula Rasa, 9: 199-215. Bogotá – Colombia, ISSN: 1794-2489.
- Grosfoguel, Ramón. (2013). Racismo/sexismo epistémico, universidades occidentalizadas y los cuatro genocidios/epistemicidios del largo siglo XVI.Tabula Rasa, (19), 31-58.
- Hernández Castro, Hiram (2005). Poder-saber: una ciencia política de la liberación.La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.
1 comentario:
Muy claro e ilustrativo artículo. Gracias
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