martes, 15 de marzo de 2016

La homeopatía, acosada.

Tomado de: http://www.homeopatia-on-line.com/la-homeopatia-acosada/

El patio anda revuelto. Los pseudoescépticos, esos señores que por su gran amor a la ciencia invierten tiempo y dinero en desacreditar la homeopatía, estarán de fiesta. El mal que han inoculado se extiende como una epidemia. Comenzó en la Universidad de Barcelona, después se vio afectada la Organización Médica Colegial y la última noticia que nos llega es que el Colégio Médico de Cádiz también ha contraído la enfermedad.
Las instituciones, que en los últimos años habían acogido la homeopatía, se vuelven en contra. Se desmarcan. Es el precio de la fama. Los medios hablan de nosotros. Mal, ya véis. Los homeópatas y simpatizantes escriben sin parar en internet a favor del método, aportando todo tipo de pruebas y testimonios. No en todos los casos esas pruebas y testimonios son lo contundentes que desearíamos, pero al menos demuestran la confianza que el público y muchos médicos (homeópatas o no) depositan en la homeopatía. Se percibe una gran decepción, pero de la misma no vamos buscar culpables fuera de la homeopatía: hemos depositado demasiada confianza en manos de personas e instituciones ajenas a nuestra praxis. Hemos pretendido basar nuestro prestigio en que la universidad nos dé unos diplomas o en que los colegios de médicos nos acojan y nos apoyen. Craso error.
¿Es que no tenemos derecho? Sin duda, lo tenemos. Pero, ¿cuándo ha importado eso? Pagamos nuestra colegiación exactamente igual que cualquier médico y exactamente igual que cualquier presidente de colegio. Deberíamos tener la facultad de utilizar las instalaciones como cualquier otro colectivo. Pero he aquí que no es así. Hay determinaciones más poderosas que la justicia. Igualmente, tenemos derecho, porque reunimos los requisitos académicos, a organizar un máster universitario. La universidad la pagamos entre todos. No pertenece al rector ni pertenece a los pseudoescépticos. Nadie nos hizo ningún favor al admitirnos. Pero son las personas quienes toman las decisiones, no la justicia.
Los homeópatas debemos esperar justicia y exigirla, pero al mismo tiempo es preciso contar con la posibilidad de que no la consigamos y en tal situación deberíamos organizarnos por nosotros mismos, crear nuestros recorridos académicos, nuestra carrera profesional, instituciones privadas estrictamente homeopáticas. No mendigar el espaldarazo de los demás, de los que no conocen la homeopatía, porque en lugar de espaldarazos, ya estáis viendo lo que nos dan: garrotazos.
Contemplo con desolación los esfuerzos estériles de tantos compañeros que se afanan en demostrarle a nuestros detractores que la homeopatía es “científica”. Podríamos discutir y alegar pruebas sobre eso durante años y no serviría de nada. Vano afán por consiguiente, compañeros. Todos los que la conocen (médicos y pacientes), saben que la homeopatía es sobradamente útil en el tratamiento curativo de infinidad de enfermedades que el método alopático sólo puede paliar. Como quiera que eso es evidente, el resto de la discusión sobra por completo. Lo evidente no necesita demostración. Además, como se dice ahora abusando del lenguaje jurídico, este no es el momento procesal. Olvidemos a los que pretenden acosarnos. Esa cuestión debe ponerse en manos de abogados competentes. Olvidemos también a presidentes, rectores y demás dignidades académicas y profesionales. No nos aportan nada. Nuestra relación es con los pacientes y son nuestros pacientes los que tienen que entender lo que ocurre. En homeopatía aún se conserva la relación médico-paciente, que en muchas áreas del mundo sanitario se ha perdido. En homeopatía, hoy igual que en tiempo pasados, es el médico quien decide qué tratamiento tomará qué paciente. La terapéutica homeopática la descubrió un médico y la administramos los médicos. Eso es bueno para el paciente porque, incluso el médico más egoísta del mundo, lo que desea es que su paciente se ponga bien. Si no es por amor a los demás o a su profesión, será por su propio interés, por su prestigio, por su satisfacción personal. Dada la peculiar relación entre el médico y el paciente, incluso los aspectos más negativos del primero inciden en el interés del segundo.
En la medicina convencional, son las corporaciones farmacéuticas las que han asumido, no sólo la función de preparar los medicamentos sino también la decisión de qué medicamentos preparar y en qué patologías utilizarlos. Finalmente, también le dicen al médico cuándo y cómo utilizar esos remedios que ellos decidieron producir.
No quiero ni imaginar que una cosa así llegara a consolidarse en homeopatía. Sería el fin de nuestro método. Al menos durante cierto tiempo, porque la verdad siempre se abre paso y, con los años, otros médicos volverían a utilizar la homeopatía de siempre, la ortodoxa, la homeopatía en el sentido fuerte del término, la que cura.
Los tiempos cambian, pero la homeopatía, no. Hemos de seguir tratando a nuestros pacientes con o sin el consentimiento de aquellos que hoy nos despachan de las instituciones. Y hemos de aprender a evitar a toda costa la dependencia ajena, salvo, naturalmente, la de los tribunales de justicia cuando proceda.

1 comentario:

Alicia Falagán dijo...

Un artículo muy acertado, con aspectos muy interesantes para reflexionar y seguir adelante. Gracias a Emilio por escribirlo y a Javier por publicarlo.