lunes, 14 de diciembre de 2009

Historia de las concepciones patogénicas de Hahnemann

TERCERA PARTE: de 1806 a 1818

De 1806 a 1818: las "infecciones" patogenéticas, más absolutas que las infecciones miasmáticas - El carácter no local de toda infección.

1806

"La medicina de la experiencia " contiene muchas consideraciones de Hahnemann, entre otras cosas sobre los miasmas e, indiscutiblemente, su pensamiento desde este punto de vista, ha tenido una evolución importante.

Vemos bien cómo descuida (junto a sus contemporáneos) la acción limpiadora de los gérmenes y cómo atribuye a la Natura Medicatrix los síntomas que también dependen de los microbios, lo que revela también los límites de las teorías hipocráticas: " mientras que la naturaleza abandonada a si mismo a menudo llega a expulsar una esquirla [del muslo] sólo excitando una fiebre que compromete la vida, y una supuración que casi destruye todos los miembros " (15).
" Una fiebre lenta [y debilidad], con dolores insoportables que minan la existencia hasta las puertas de la tumba, es casi la única cosa que el organismo puede oponer a una gran piedra en la vejiga " (15).
" ¿ Habría que procurar imitar la gangrena y la supuración de una hernia angosta, porque con la muerte la naturaleza no conoce otro medio para poner término a eso? " (15).

Así, a mi parecer, Hahnemann sobreestima el papel de la Natura Medicatrix, subestimando su papel benéfico, que al contrario Hipócrates y Sydenham, el hipócrates inglés, probablemente sobrevaloraron. No deberíamos acercar tanto a Hahnemann y a las doctrinas terapéuticas hipocráticas, ya que condenan los métodos de imitación de la naturaleza, que tienen según él siempre prevalido, y además en 1808, los preceptos de Sydenham. Si elogia a Hipócrates, es sobre todo, en su técnica de observación de las enfermedades y no tanto en la "expectativa" terapéutica. Alaba aquí los beneficios de la cirugía. Así, como ya dijimos, la crítica de los métodos de imitación de la naturaleza era juiciosa ya que es evidente que la enfermedad exprese a la vez la acción de las causas exógenas y la de la defensa del organismo, lo que formuló muy bien Sauvages (39), y que es bastante difícil de estimar la parte respectiva de cada una de estas causas conjuntas (ver Cullen 38) y para una aproximación más moderna el artículo de Bounan (4). No hay, por otra parte, que descuidar el aspecto dinámico de la enfermedad; y los síntomas mórbidos, si son la traducción de la combinación de ambas acciones, pueden expresar unas veces una acción predominante y benéfica de la Natura Medicatrix (enfermedad que se mejora progresivamente o rápidamente hasta la curación), y otras, la más fuerte, causas exógenas (principio de enfermedad, enfermedad que se agrava eventualmente hasta la muerte). A estas dos causas, debemos añadir otra, para la expresión de la enfermedad; son los disturbios endógenos anteriormente adquiridos por el organismo que constituyen la reseña histórica del individuo (ver, la concepción muy buena de la enfermedad por Hunter) y que Hahnemann tomó en consideración para su teoría de las enfermedades crónicas. Si bien es verdad que la mayoría de los autores, si no todos ellos, infravaloraron el papel “limpio” de los microbios en el cuadro mórbido del hecho, por supuesto, de su desconocimiento de estos agentes infecciosos, hasta si es justo que no hay enfermedad sin enfermo (una de las grandes ideas de Harnero Helmont en "Ortus").

Hahnemann, repite luego la crítica anatómica de los métodos y la etiología (Sauvages). Sin embargo, como Sauvages por otra parte, supone que la etiología es a veces útil: " si jamás nos está permitido percibir los cambios interiores del cuerpo que son la base o la fuente de las enfermedades (den Krankheiten zum Grunde liegenden), la exposición de las causas exteriores (äusser) que produjeron a estas últimas tiene alguna utilidad " (15).

Tres líneas debajo, nos abastece su concepción de las enfermedades miasmáticas: "observamos algunas enfermedades, en pequeño número, que provengan siempre de una única y misma causa. Tales son las que dependen de un miasma, la rabia, la enfermedad venérea, la peste de Levante, la fiebre amarilla, la viruela, la viruela de la vaca (vacuna), el sarampión (melampiro silvestre), y algunas otras. [Se distinguen por el hecho de que cada una de ellas es particular, y que, naciendo de un principio contagioso (Ansteckungszunder) siempre idéntico, guardan en todo tiempo] el mismo carácter y la misma marcha, a parte de algunos matices [contingentes] que provienen de circunstancias accesorias, y que no cambian nada en el fondo de las cosas.
Puede también que algunas enfermedades a las cuales todavía no sepamos asignar el miasma, como la gota nudosa, la fiebre intermitente de los pantanos, y varias otras endémicas en comarcas diversas, también [nacen] de una sola causa, que queda siempre la misma, o de un concurso siempre idéntico de varias [causas] determinadas y cuya asociación se efectúa muy fácilmente, sin la que no constituirían enfermedades tan bien caracterizadas, y no serían tan frecuentes.
Estas enfermedades, en pequeño número, las primeras por lo menos, es decir las miasmáticas, pueden estar consideradas, pues, como enfermedades separadas, y recibir si es preciso nombres especiales.
Como encontremos un remedio para una de ellas, la curará siempre, porque una enfermedad de este género se queda, [en conjunto], siempre semejante en sus [manifestaciones] (es decir en lo que representa su esencia íntima), tanto como en sus causas " (15).

Todo indica pues que Hahnemann considera aquí, los miasmas causas exteriores y principios contagiosos.

Concibe todas las demás enfermedades como multifactoriales y delante de ser apreciadas individualmente, es decir independientemente en cada individuo. Sin embargo, hace una pequeña restricción y admite que se podría suponer una clase intermediaria de enfermedades, en cierto modo mixtas, porque presentan a la vez signos constantes y signos circunstanciales individuales dependientes del conjunto único de las circunstancias. Es así, que dice, para el tétanos, el tic doloroso (Gesichtsschmerz), la diabetes (Harnfluss), la angina de pecho (Brustbräune), la tisis pulmonar, el cáncer, etc.

Parece menos pertinente cuando, en una nota, atribuye la eficacia del gas hidrogeno sulfurado sobre la sarna de los obreros de lana para que provoque, principalmente en los pliegues de las articulaciones, un exantema psoriforme, pruriginoso sobre todo por la tarde, semejante al de la sarna.

Más lejos, añade el veneno de la víbora entre los miasmas específicos, el error que se concibe es difícil de evitar.

Por fin, supone que el tifus más peligroso o la muerte, golpearía a un hombre que acaba de calentarse fuertemente, si se baña una hora en un río.


1808


Anotamos con gran interés que Hahnemann, en " Extracto de una carta a un médico de alto rango sobre el extremo necesitado para una renovación de la medicina " (carta de Hahnemann en Hufeland), evoca " animáculos invisibles para nosotros” (17).

En " Sobre la penuria actual de los remedios extraeuropeos " (16), juzga imaginarias (angebliche) las acritudes (Schärfen) y las impurezas (Unreinigkeiten) en la sangre y otros humores (Säften), lo mismo que las acritudes cancerosas, raquítica, escrofulosas, gotosas, herpéticas (Flechtenschärfe) y escorbúticas, y estigmatiza los métodos basados en ellas. Boyle consideraba que existía una “materia pecante” y juzgando a ésta no puramente imaginaria sino mucho más minúscula que la de los humoristas.


1809

En su "Instrucción sobre la fiebre prevalente ", todavía niega la existencia de una materia febril.

Sostiene que la naturaleza de esta fiebre remitente es siempre idéntica, hasta cuando presenta, lo que es muy raro, verdaderas intermisiones. Sus variedades requieren pues, el mismo modo de tratamiento.


1810

En esta fecha aparece la primera edición del " Organon " (18). No siendo traducida al francés, (recientemente se ha publicado por Editorial Mínima la traducción de esta primera edición al español) me esfuerzo por comparar el texto y las ideas, que conciernen a nuestro propósito, también con las de la segunda edición alemana, la cual data de 1819 y fue traducida al francés en 1824 (19). La sexta edición ocupa más parágrafos.

De la primera edición, ya podemos sacar dos tesis mayores para el tema que nos ocupa:
1. Las enfermedades artificiales medicamentosas son tan poderosas, sino más, que las enfermedades naturales
Por ejemplo, en el § 32 (1ª ed. en español (47), 2ª ed.: nota del § 16, que desaparece en la 6ª ed.), sostiene que una disolución de arsénico en baño de pie excitará una fiebre arsenical por lo menos de quince días, tan seguramente, como el aire que se libra de las ciénagas en otoño provocará una fiebre intermitente ordinaria; que un cinturón hecho de un emplasto mercurial producirá todavía más rápidamente y más seguramente la enfermedad mercurial; que la camisa de un sarnoso originará la sarna de los obreros de la lana; que una infusión fuerte de flores de saúco o algunas bayas de belladonna son potencias morbíficas tan ciertas como la materia inoculada por la viruela (Kindblatterstoff), como una mordedura de víbora o un gran espanto.
Veremos que a partir de 1813 Hahnemann hasta comparará la acción patogenética a una infección (el organismo es, dice, como infectado (angesteckt)) y pretende que esta "infección" es más absoluta que la producida por un miasma infeccioso (1ª y 2ª ed. del Organon: §§ 27 y 28; 6ª ed.: §§ 32 y 33).
Con esta tesis se relaciona la hipótesis de Hahnemann de la curación medicamentosa por sustitución mórbida más fuerte, es decir que el remedio homeopático cura gracias a su poder patogenético más grande que la fuerza de la enfermedad natural. Para conservar la idea de un poder farmacológico por perturbación del organismo, podríamos entonces hablar de interferencia mórbida positiva más bien que de sustitución, en los términos de nuestro estado actual de conocimientos.
2. Ciertas enfermedades, principalmente las enfermedades miasmáticas que tienen, cada una, su miasma limpio, pueden tomar nombres especiales a causa de su fijeza relativa.
Vimos que Hahnemann enunció esta tesis, mucho más fuerte que las precedentes, bastante tímidamente en 1801 pero muy firmemente en 1806. En el § 49, integra además, en el conjunto de las enfermedades miasmáticas, la escarlatina, la tos ferina, la plica polónica (Wichtelzopf). Supone también miasmáticos: la fiebre intermitente de los pantanos, el escorbuto (See-Scharbock), el pian, el yaws (“mucho más tarde el propio Hahnemann relacionará alguna de estas enfermedades:”…las excrecencias como frambuesa (framboesia tropical) que en la Guinea Africana se denomina yaws y en América pian…” (48), el sibbens (término popular para una enfermedad que se parece a la sífilis(47)), la pelagra; la fiebre amarilla es mencionada de nuevo con esta diferencia que lo afirmaba miasmático en 1806. Entre algunas otras enfermedades bien caracterizadas por sus síntomas y de los que Hahnemann presume que, aunque no sean debidas a un miasma, tienen una o varias causas constantes, indica la gota nudosa, el garrotillo y el asma miliar (das millarischen Asthma) (§ 50).
En 1819 (2ª ed.), añadirá como enfermedades miasmáticas: la fiebre miliar purpúrea, la angina de las parótidas (§ 83; 6ª ed.: § 73). En el § 41 (6ª ed.: § 46), supone que la linfa de la viruela de la vaca contiene un segundo miasma responsable de un exantema cutáneo.


1813


Este año aparece el " Espíritu de la nueva doctrina medica " que Hahnemann rehizo y aumentó posteriormente. Nos ocuparemos pues, sólo de la primera edición.

Pretende que la inmensa mayoría de los daños mórbidos provienen del mundo exterior y crean las diferentes enfermedades de manera habitualmente invisible y casi inmaterial unsichtbar und fast immateriell. Actúan sólo por su "carácter virtual " (virtual Eigenschaft), de una " manera puramente dinámica, en cierto modo espiritual " y " directamente no pueden, ni transformar o alterar de una manera mecánica la forma y la materia de las partes constituyentes de nuestro cuerpo, ni verter en nuestras venas un líquido acre perjudicial capaz de modificar y corromper de una manera química la masa de nuestros humores " (20).

Comienzan, según él, por desacordar los órganos de rango más alto y la fuerza vital. Todavía vemos allí, cómo niega toda acción directa sobre los órganos y toda presencia de materia morbífica. Es la modificación, secundaria de los órganos la que arrastra y determina la " secreción de sustancias anormales (innormalen)". Sigue un pasaje muy claro: "Estas sustancias anormales, que se manifiestan en las enfermedades, son sólo unos productos de la enfermedad misma; necesariamente deben ser excretadas, mientras este último conserve su carácter actual, y forman parte así de sus síntomas. Únicamente son efectos y a consecuencia de las manifestaciones [del mal estado existente de salud y (aunque a menudo contienen principios infecciosos para otras personas sanas) no reaccionan en absoluto sobre el cuerpo enfermo que los(las) engendró, como sustancias capaces de producir o de mantener la enfermedad, es decir como causas mórbidas materiales, no más que un hombre puede, con veneno de su propio chancro o con la materia gonorreica que fluye de su uretra, infectar otras partes de su cuerpo o aumentar su dolor (mal)] " (20).

Adjunta a eso la observación interesante siguiente: "Es por eso que, limpiando y alejando mecánicamente estas sustancias anormales, estas acritudes y formaciones mórbidas, no podemos más que curar lo que es la fuente, la enfermedad misma, el que no podemos acortar o curar una coriza sonándose perfectamente y lo más frecuentemente posible. Si totalmente se abstiene de limpiarse la nariz, no dura un día más y no se contiene el tiempo de su evolución " (20).

Esta fisiología del terreno es completamente similar a la de Hunter, que la estudió de un modo más profundo, profundizando en la naturaleza de la inflamación y su poder.

Considera que mientras que " todo organismo humano vivo debe, en todo tiempo y de manera absoluta, haber cogido y en cierto modo infectado (angesteckt) de la enfermedad medicamentosa ", esto no es verdad en cuanto a las enfermedades naturales: " las enfermedades pestíferas mismas no son contagiosas de manera absoluta y no atacan en absoluto a todo el mundo " (20). Prosigue afirmando que " el organismo humano es mucho más apto y más propenso a dejarse destinar y desacordar por las potencias medicinales que por los daños mórbidos y los miasmas contagiosos, o, lo que es la misma cosa, las potencias medicinales poseen un poder absoluto, sobrepasando con mucho el de las afecciones mórbidas naturales, de desacordar la salud humana " (20).

Esta frase, apenas modificada, constituirá los §§ 30 y 31 de la 1ª ed. y el § 28 de la segunda edición del Organon (§ 33 de la 6ª ed.).

En su artículo de 1813, Hahnemann va ha presentar como una ley natural evidente su presunción de que la capacidad del organismo que vive de ser afectado por las enfermedades naturales incomparablemente es más débil (ohne Vergleich geringer) que el que tiene respecto a las sustancias medicinales.


1816

En " Instrucción sobre las enfermedades venéreas y su mal tratamiento acostumbrado " (21), reafirma que la enfermedad venérea es una de las que la naturaleza y el origen son constantes (es decir que es una enfermedad específica). Posee pues, como lo afirmaba desde 1806 de todas estas enfermedades, un remedio específico: el mercurio.

Más lejos, dice que la analogía de la enfermedad venérea con otras enfermedades miasmáticas exantematosas, hace inferir, que sobreviene solamente la infección por medio de un contacto corporal. Añade que todas las enfermedades infecciosas tienen este carácter en común que, sobre la parte del cuerpo donde el veneno primero fue aplicado, ninguna alteración aunque es de golpe perceptible ocurriría sin que la inoculación hubiera podido efectuarse.

Asegura que, como la enfermedad venérea, la sarna, enseguida produce una contaminación, no solo local, si no que altera el interior del organismo hasta que sea totalmente infectado. La infección local que aparece en el punto de inoculación es, para él, sólo secundario a esta infección general. No vemos muy bien, a decir verdad, por qué la afección local se desarrolla hasta el punto de la inoculación del miasma. Para la enfermedad venérea, hace el mismo raciocinio. En el momento en el que la inoculación se efectúa el cuerpo vivo siente la presencia y la acción del veneno, y entonces la enfermedad no es simplemente local, si no que afecta a todo el organismo; el chancro se forma sólo cuando la enfermedad venérea completamente se desarrolló en el interior y cuando la naturaleza es oprimida así por la enfermedad interna. Según Hahnemann, el chancro impide estallar la enfermedad venérea guardándola de forma latente.




1817

Hahnemann introduce la tercera parte de su "Materia Médica Pura” por su " Examen de las fuentes de la materia médica ordinaria".
No niega todavía categóricamente que pueda existir, en el cuerpo humano enfermo, algo en que hay que incidir o que hay que resolver. No, sin embargo lejos de ello considera ficticios los casos de este género.

Según él, ciertas enfermedades " provienen de un miasma transmisible de una generación a otra como la sífilis " (22). Aunque no ignora la transmisión congénita de los miasmas, hace falta, creo, entender aquí una transmisión hereditaria porque, en su teoría de las enfermedades crónicas, sostendrá que los miasmas vivos crónicos se transmiten a través de generaciones múltiples.

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