martes, 21 de diciembre de 2010

Desde mi sillón

Sentado en mi sillón, los párpados cerrados, el crepitar cercano del fuego en la chimenea, la penumbra en la sala y el pensamiento dirigido al silencio. Un cuadro, una necesidad. A veces el alivio después del trabajo, ese espacio añorado que sin duda reconforta, en ocasiones es un deseo, algunas veces una certeza. Hoy, en ese espacio de silencio sonreía, me acordaba del artículo leído y me decía:¡qué razón tiene!
Alguno de sus pacientes parecía mío, alguno de los médicos de los que habla me resulta conocido; la sonrisa pasa a ser risa franca en el memento que de lejos en la televisión que mi hija tiene enchufada en la cocina y puesta a voz en grito, todo hay que decirlo, el locutor afirma que un grupo de especialistas de la Universidad de Navarra han comprobado que la vida se alarga más de cuatro años en aquellos individuos que se ríen al menos quince minutos al día. Mi risa suena en la estancia y mi hija se asoma y me dice: ¿papá, te pasa algo? Niego con la cabeza y ella afirma: “Estás loco”.
Entorno los párpados, sonrío y asiento mientras ella me deja en relajada postura.
Mi pensamiento vuelve al artículo de Emilio Morales en su blog “libros de homeopatía”, esa forma de felicitación que ha prendado en mi inconsciente y me ha hecho sonreir, porque si hay algo que me relaja, es simplemente divagar esos pocos minutos que después de comer, me permiten surcar el abismo en el sopor.
Yo debo ser un ingenuo desmedido, pero si he tenido MA-ES-TROS, ahora son compañeros que un día me abrieron una puerta y me enseñaron, en ocasiones con paciencia, un camino que no conocía, del que no tenía ni la más remota idea. Por descontado que yo he tenido MA-ES-TROS. Me acuerdo ahora de los años mozos y de mis buenos MAESTROS, en el colegio primero, donde también los tuve malos, muy malos, pero el posos de los buenos y excelentes me marcó una línea no escrita que sin duda me sirvió de guía. Luego en el Instituto fui un afortunado, pues he de decir que mis MAESTROS fueron de lo mejor. También tuve alguno en la Universidad de grato recuerdo, y cómo no, en el postgrado.
Me considero afortunado por este variopinto cuadro de MAESTROS que me tendieron y enseñaron un camino, sería terriblemente injusto que pensara que la forja de este individuo, es decir, yo mismo, pudiera entenderse sin la guía que en su momento estas personas trazaron en mi camino. Como es obvio, yo elegí, pero no por ello voy a dejar de pensar que su apoyo me sirvió, también sus críticas que para mí son el soporte de la desmedida y me sirven para encuadrar tras la disensión ese cuadro en mi perfección y que yo llamo “momentos de la vida”.
Luego, cuando cuando más tarde esos MAESTROS han sido compañeros, me he sentido doblemente afortunado, los que fueron guía ahora son “iguales” y si ellos lo entienden son infinitamente más MAESTROS pues con humildad asumen que otros pueden discrepar desde el conocimiento y a veces discutir desde las posiciones formadas, que no cerradas.
Hablando de MAESTROS, recuerdo a Don Juan Luís Rey Moreno, un maestro para el que los alumnos eran personas, individuos, en aquel entonces pequeños adolescentes por formar y que con mucha humildad y cariño, aparte de enseñarnos “Sociales”, que por cierto, lo hacía de maravilla, nos enseñaba a ser personas educadas en valores. Como es obvio, en aquella clase de “cincuenta y tantos energúmenos” no todos éramos igual de agradecidos, pero con el tiempo pude comprobar que en algunos de nosotros (pues la clase sólo era de chicos), ese hombre feliz, dejó poso, ese poso que el buen MAESTRO no califica, pues enseña e instruye en los caminos, luego tú, sensible humano, eliges.
Ésta es mi pequeña deuda de gratitud, alguien, o muchos, no sé, pueden calificarla, pueden ponerle nombre, pero no olvidemos, los que califican no son MAESTROS, sólo enseñan e instruyen en el camino, el alumno simplemente elige y cuando se equivoca o no trabaja, suspende. Si es listo, se levanta e inicia una nueva andadura siguiendo esa línea no trazada que explica el verdadero camino, el de uno mismo, el propio.
Me desperezo en el sillón y me pregunto si este fluir de pensamientos tiene algo que ver con la Homeopatía, y me digo: ¿cómo no? Este es mi camino, un camino de felicidad para quien lo practica y para muchos de los que se benefician de su bondad.
¡Felices Fiestas!

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