Publicado el 07/02/2011 por Mala Ciencia
“Si lo que queremos es que nuestra investigación salga en los medios de comunicación, tiremos la autoclave a la basura, dejemos de usar las pipetas, borremos nuestra copia del programa estadístico Stata y vendamos nuestra alma a una compañía especializada en relaciones públicas y publicidad.
En la Universidad de Reading, hay un doctor llamado Kevin Warwick que lleva algún tiempo siendo una fuente constante de noticias llamativas. Se implanta el chip de una tarjeta de identificación en el brazo, luego muestra a los periodistas cómo puede abrir con él las puertas de los despachos de su departamento y, al final, proclama: «Soy un cyborg, una fusión entre hombre y máquina». Y los medios quedan debidamente impresionados, cómo no. (…) No tengo que escarbar mucho para hallar más ejemplos: hay quinientos entre los que elegir, como ya he mencionado. «La infidelidad es genética», dicen los científicos. «La alergia a la electricidad es real», dice un investigador. «En el futuro, todos los hombres tendrán miembros grandes», dice un biólogo evolutivo de la London School of Economics.
Todas estas noticias son puro relleno huero y estrambótico que se nos hace pasar por ciencia, y alcanzan su forma más depurada en aquellas historias en las que los científicos han «descubierto» la fórmula de algo. Mira que están chiflados esos «cerebritos». Puede que, últimamente, hayan disfrutado del modo perfecto de comer un helado (A×Tp×Tm/Ft×At+V×LT×Sp×W/Tt=3d20), de la perfecta comedia televisiva de situación (C=3d[(R×D)+V]×F/A+S, según el Telegraph), del huevo duro perfecto (Daily Mail), del chiste perfecto (de nuevo en el Telegraph) y del día más deprimente del año ([W+(D-d)]×TQ/M×NA, en casi todos los periódicos del mundo). Y podría seguir así mucho rato.
(…) Quizás alberguen ustedes tiernos sentimientos para estas fórmulas: tal vez piensen que dan «relevancia» y un aire más «divertido» a la ciencia… Pero deberían saber que provienen de empresas de publicidad y relaciones públicas que, en muchos casos, están especializadas en tales menesteres y dispuestas a asociar el nombre de un científico a sus actividades. (…) La fórmula de Cliff Arnall para calcular el día más deprimente del año se ha convertido ya en un clásico anual de los medios de comunicación. La de este último año fue patrocinada por Sky Travel y apareció en enero (el momento perfecto para reservar unas vacaciones). Su fórmula para calcular «el día más alegre del año» aparece en junio… patrocinada por los helados Wall. La fórmula del profesor Cary Cooper para clasificar los triunfos deportivos estaba patrocinada por la cadena de supermercados Tesco… La fórmula de la playa perfecta, del doctor Dimitrios Buhalis, de la Universidad de Surrey, se calculó bajo el patrocinio de la agencia de viajes Opodo. Hablamos aquí de miembros del personal docente e investigador de universidades propiamente dichas, que comprometen sus nombres para que las empresas de relaciones públicas puedan vender «equivalentes publicitarios» en forma de exposición mediática.
(…) No es ningún escándalo: sólo es una estupidez. Esas noticias no son informativas: son actividad promocional disfrazada de información. Juegan (de forma bastante cínica) con el hecho de que la mayoría de los redactores de los medios no reconocerían una historia verdaderamente científica ni aunque ésta bailara desnuda ante ellos. Juegan también con el hecho de que los periodistas andan faltos de tiempo, pero necesitan llenar páginas, ya que ahora hay menos personal y cada uno de ellos tienen que escribir más palabras que antes. En el fondo, todo esto constituye un ejemplo perfecto de lo que el periodista de investigación Nick Davies ha denominado churnalism (o «periodismo de agitar y servir»): un refrito acrítico de comunicados de prensa diversos convertidos en contenido periodístico”.
Ben Goldacre, Mala Ciencia
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