martes, 25 de junio de 2019

Pequeñas tribulaciones de un hombre libre




Resultado de imagen de budaQueridos amigos, déjenme que les cuente una pequeña historia que un hombre sabio me contó. Él dijo: «Una vez me encontraba en un país desconocido para mí, caminando por una calle extraña. Miré alrededor intentando orientarme; y vi dos hombres que estaban de pie cerca de mí. Me acerqué a ellos, y les pregunté, “¿Dónde estoy?” “¿Quiénes sois?” El primer hombre me respondió: “Este es el mundo del Samsara, ¡y en este mundo da la casualidad de que soy el enano más alto!” Y el otro contestó, “Sí, ¡y yo por casualidad soy el gigante más pequeño!”. Este encuentro me dejó muy confundido, porque ambos hombres medían exactamente lo mismo».
¿Dónde está el principio? ¿Dónde está el fin?, esta pequeña tribulación tomada de «Las Enseñanzas del Maestro Hsu Yun: Nube Vacía», nos pone en la entrada de un pequeño desconcierto.
Resultado de imagen de kantAl igual que los filósofos eudemonistas de la Antigüedad, el filósofo de Könnigsberg asume el presupuesto de que la felicidad constituye una aspiración humana universal: «Ser feliz, es necesariamente la exigencia de todo ente racional aunque finito y, en consecuencia, inevitable motivo determinante de su facultad apetitiva»i. Kant parte así de una determinada constatación: todos los entes racionales se esfuerzan por alcanzar la felicidad; ésta, en efecto, se les presenta como una valiosísima meta, y en consecuencia, como un poderoso incentivo para la acción. No obstante, ¿puede surgir de tal incentivo una acción con auténtico contenido moral?
La ética kantiana ofrece un cuadro en el que el motivo moral no sólo difiere del natural deseo de felicidad, sino que incluso se le opone, pareciendo librar, en ocasiones, una dura batalla contra el mismo. No es de extrañar entonces que el propio Kant haya llegado a afirmar que el principio de felicidad constituye precisamente lo contrario del principio de la moralidadii.
Resultado de imagen de humeHume señala que es imposible para la prudencia humana predecir los fenómenos extraordinarios. Nos parece que la razón por la que Hume señala que es imposible predecirlos es porque son precisamente irregulares y extraños con respecto a las leyes establecidas, esto es, con respecto a la experiencia acumulada, pero, evidentemente, no porque en principio, no sean predecibles. En cualquier ciencia, sea natural o social, aparecen fenómenos que escapan al sistema de leyes establecidas e imponen una modificación del mismo, en la que se tengan en cuenta aspectos que en un primer momento se habrían considerado irrelevantes.
Resultado de imagen de spinozaSpinoza entiende por sustancia sólo una cosa: aquello que no necesita de nada para existir. ¿Y quién no necesita nada? ¿Qué son entonces, en opinión de Spinoza, todas las demás cosas? No sustancias, sino atributos, responde. Los atributos son lo que el entendimiento percibe de la sustancia como constituyente de su esencia. Esto no es más que la res cogitans y res extensa de Descartes, pero en este caso rebajadas ambas de categoría: Descartes las llama “sustancias”, mientras que Spinoza prefiere pensar que son atributos de la única sustancia que existe… Partiendo de la metafísica es como llegamos a la ética. Puesto que todo lo que hay es naturaleza, no tiene sentido oponerle nada, ni siquiera aquello que denominamos espíritu. El alma no es más que la idea del cuerpo, por lo que las dos están estrechamente relacionadas.
Spinoza explica el Ser como el afán que tenemos de perdurar siempre, de seguir siendo eternamente. Cuando este afán se refiere a la mente, lo denominamos voluntad, pero cuando se refiere no sólo a la mente, sino también al cuerpo, lo denominamos apetito. El apetito no es otra cosa que la esencia misma del Ser humano: el deseo. No queremos algo porque sea bueno, sino al revés, decimos que algo es bueno porque lo deseamos.
Existen, además, otros dos afectos para este autor: la alegría y la tristeza, ambas relacionadas con el Ser. La alegría sería el aumento de la perfección del Ser, mientras que la tristeza sería su disminución. De estos afectos es de los que Spinoza cree que derivan todos los demás: el odio, la envidia, el enamoramiento, la frustración, la euforia, etc. Ser es, por tanto, tener apetito de eternidad. Querer ser para siempre. Y puesto que querer es desear, el deseo ha de ser la esencia del hombre.
Resultado de imagen de descartesDescartes desea llegar a la verdad estructurando un sistema de proposiciones evidentes e indudables basándose únicamente en la razón. Y puesto que la razón es única, la ciencia, la sabiduría humana también lo será, así lo simboliza mediante la imagen de un árbol cuyas raíces son la metafísica, el tronco la física y las ramas serían las ciencias prácticas (medicina, mecánica, ética.).
Investigando el funcionamiento de la razón y encuentra dos mecanismo mentales, a saber:
La intuición: es una especie de “luz natural”, que ilumina nuestra razón y permite captar sin error ideas simples.
La deducción: permite establecer relaciones entre ideas simples, es todo aquello que se concluye necesariamente de verdades ya conocidas con certeza.
A partir de aquí Descartes propone las siguientes reglas del método.

Pasos o reglas del método: La primera regla se refiere a la intuición, las otras tres afectan a la deducción.
  • Regla de la evidencia: solo deben admitirse como ciertas aquellas ideas que se presenten a la mente tan claras y distintas que no quepa ninguna duda.
  • Regla del análisis: Se dividirá lo complejo en tantas partes simples como sea posible para que pueda recaer en ellas la evidencia.
  • Regla de la síntesis: Partiendo de lo simple, de lo vidente, rehacemos el camino hasta llegar a lo complejo, deduciendo a partir de las ideas simples el resto de las proposiciones.
  • Regla de la revisión: ordena hacer enumeración, y repaso de los pasos que se han ido dando para asegurarnos que no hay lagunas y no ha habido precipitación.
Descartes nos llega a decir que el conocimiento es la representación en la mente humana de lo que se da fuera de ella. Lo que representa a las cosas en la mente son las ideas. Idea es, pues, una imagen o representación mental de algo que está fuera de ella. (En cuanto que todas son representaciones mentales son todas iguales, pero en cuanto a su contenido unas poseen más realidad objetiva que otras).
Estamos acostumbrados a tener una particular mirada sobre el mundo y, en ocasiones, nuestra forma de pensar nos parece inobjetable. Sin embargo, ¿qué sustenta nuestras ideas? ¿Hay una sola forma de pensar la realidad o el estado de las cosas?
Resultado de imagen de NietzscheDos años después de publicado El nacimiento de la tragedia, Nietzsche, sobre la base de un conjunto de anotaciones previas, dictó a Cari von GesdorfiFdurante el mes de junio de 1873 su opúsculo «Verdad y mentira en sentido extramoral» (Ueber Wahrheit und Lüge im aussermoralischen Sinne), un escrito donde se abordan cuestiones eminentemente filosóficas. Cuenta el autor 29 años, su salud se ve resentida de modo alarmante y está a punto de desembarazarse de la filosofía de Schopenhauer y de la influencia de su amigo y maestro Richard Wagner, para convertirse en el mayor iconoclasta de lo que en su época se adoraba: el historicismo positivista, la filosofía académica, el arte burgués, la idea liberal de «progreso». Los rigores de la ciencia empiezan a enfriar los ardores románticos. Las dos primeras Consideraciones intempestivas —«David Strauss, el confesor y el escritor» y «La utilidad y la desventaja de la ciencia histórica para la vida»— suponían ya una seria arremetida contra los dogmas imperantes en la cultura alemana. La reacción de los nacionalistas alemanes no podía hacerse esperar en un momento en que Bismarck, tratando de aislar a Francia y de mantener un equilibrio en Europa, lograba que Guillermo I firmara una alianza con el emperador austriaco Francisco José y el zar de Rusia Alejandro. De este modo, si El nacimiento de la tragedia había sido objeto de desabridas críticas desde ambientes eruditos, los últimos escritos de Nietzsche motivaron un impetuoso artículo en un periódico de Leipzig donde se le acusaba de ser enemigo del Imperio alemán y miembro de las Internacionales, y se pedía que friese proscrito de todas las universidades, incluyendo la de Basilea en la que había pasado de estudiante a profesor numerario «por una maniobra de Ritschl y la estupidez de su claustro».
La historia se repite, se repite y se vuelve a repetir…, es una constante dónde la estupidez suele aflorar, ora, casi siempre, en beneficio de unos pocos… Pero la masa se mueve hacia donde los elementos rígidos y singulares quieren… Se denosta a unos para conseguir lo que en esencia no es lícito… Pero la masa es masa y se la lleva por el camino del no pensamiento… Eso sí, se nos llena la boca hablando de las bajísimas tasas de analfabetismo en nuestras sociedades industrializadas y del mal llamado primer mundo, pero yo me pregunto: ¿Es esto cierto?
No será acaso que hay otra suerte de analfabetismo que domina a la masa… que se la lleva por dónde los poderes fácticos desean… ¡Reflexionemos, por favor!

Bibliografía:

iKANT, Immanuel. Crítica de la Razón Práctica. Trad. J. Rovira Armengol. Losada, Buenos Aires, 2007. pp. 38‐39.
iiVer KANT, Immanuel. Crítica de la Razón Práctica, p. 55.

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