Extracto
de Filosofía Médica de José Mainetti
Erasistrato:
Me enseñáis cosas maravillosas.¡Cómo! ¿La sangre circula en el
cuerpo? ¿Las venas la transportan de las extremidades al corazón, y
sale del corazón para entrar en las arterias que la retornan hacia
las extremidades?
Harvey:
He hecho ver tantas experiencias sobre esto que nadie duda más al
respecto.
Erasistrato:
Nos equivocábamos pues completamente, nosotros los médicos de la
antigüedad, que creíamos que la sangre no tenía más que un
movimiento muy lento del corazón hacia las extremidades del cuerpo;
y bien se os está reconocido por haber abolido ese viejo error.
Harvey:
Así lo pretendo, y aun mismo se me debe tanto más reconocimiento
por ser yo quien ha puesto a las gentes en tren de realizar toda esa
pléyade de descubrimientos que se hacen hoy día en la Anatomía.
Después que yo hube encontrado una vez la circulación de la sangre,
sigue el turno a quien encontrará un nuevo conducto, un nuevo canal,
un
nuevo reservorio. Parece como que se hubiera recompuesto todo el
hombre. Ved cuánto nuestra medicina moderna debe tener ventajas
sobre la vuestra. Os preciabais de curar el cuerpo humano, sólo que
el cuerpo humano no os era conocido.
Erasistrato:
Confieso que los modernos son mejores fisiólogos que nosotros, ellos
conocen mejor la naturaleza; pero no son mejores médicos, nosotros
curábamos los enfermos tan bien como ellos los curan. Yo querría
gustoso dar a todos esos modernos, y a vos en primer lugar, al
príncipe Antiochus para curar de su fiebre cuarta. Vos sabéis de
qué manera
yo
intervine en el caso y cómo descubrí, por su pulso que se conmovía
más de lo ordinario ante la presencia de Stratoniza, que él estaba
enamorado de esta bella reina, y que todo su mal provenía de la
violencia que él se hacía
para
ocultar su pasión. Sin embargo, hice una cura tan difícil y tan
considerable como aquella sin saber que la sangre circulaba, y creo
que con todo el auxilio que ese conocimiento os hubiera podido dar,
habríais estado sumamente
confundido
en mi lugar. No se trataba precisamente de nuevos conductos, ni de
nuevos reservorios; lo que había de importante a conocer en el
enfermo, era el corazón.
Harvey:
No siempre es cuestión del corazón y todos los enfermos no están
enamorados de su suegra, como Antiochus. No me cabe duda de que,
falto de saber que la sangre circula, habréis dejado morir a mucha
gente en vuestras manos.
Erasistrato:
¡Cómo! ¿Creéis muy útiles vuestros descubrimientos?
Harvey:
Seguramente.
Erasistrato:
Contestad pues, si os place, a una pequeña pregunta que voy a
haceros. ¿Por qué vemos venir aquí, todos los días, tantos
muertos como jamás han venido?
Harvey:
¡Oh! Si mueren es falta de ellos, no ya la de los médicos.
Erasistrato:
¿Pero esta circulación de la sangre, estos conductos, estos
canales, estos reservorios, todo eso no cura entonces de nada?
Harvey:
Quizá no se ha tenido todavía ocasión de extraer alguna utilidad
de cuanto se ha aprendido desde hace poco, pero es imposible que con
el tiempo no se vea en ello grandes efectos.
Erasistrato:
A fe mía, nada cambiará. Mirad, hay una cierta medida de
conocimientos útiles que los hombres han poseído tempranamente, a
la cual nada han agregado y que ellos no sobrepasarán, si la pasan.
Ellos tienen tal obligación con la naturaleza, que les ha inspirado
tan prontamente lo que tenían necesidad de saber: porque estarían
perdidos si ella hubiera confiado esa búsqueda a la lentitud de la
razón humana. Para otras cosas que no son tan necesarias, ellas se
descubren poco a poco, y en largas series de años.
Harvey:
Sería extraño que conociendo mejor al hombre no se le curase
mejor. En tu sentido, ¿por qué entretenerse en perfeccionar la
ciencia del cuerpo humano? Más valdría dejar todo como está.
Erasistrato:
Con ello se perderían conocimientos enteramente agradables; pero,
por lo que hace a la utilidad, creo que descubrir un nuevo conducto
en el cuerpo del hombre o una nueva estrella en el cielo es
simplemente la misma cosa. La naturaleza quiere que, cada cierto
tiempo, los hombres se sucedan los unos a los otros por medio de la
muerte; les está
permitido
defenderse contra ella hasta un cierto punto; pero traspasado éste,
ya podrán hacerse nuevos descubrimientos en anatomía y penetrar
cada vez más en los secretos de la estructura del cuerpo humano, que
no se tomará por tonta a la naturaleza, se morirá como de
ordinario.
Notas:
1.
Médico griego que vivió en tiempos de los primeros sucesores de
Alejandro. Médico del rey Selencos Nicator, se hizo célebre curando
al príncipe Antiochus, enamorado de su suegra. Es el primero
cronológicamente de los anatomistas griegos, junto a Herófilo, su
contemporáneo. Pensaba que sólo las venas contenían sangre y creía
las arterias destinadas a contener el espíritu, esto es el aire.
Ninguna de sus obras ha llegado hasta nosotros, pero Galeno lo cita
frecuentemente.
2.
Nacido en 1578, en Folkenston, formó parte del colegio de medicina
de Londres y llegó a ser el médico oficial del rey Carlos I.
Descubrió las leyes de la circulación de la sangre, que no habían
sido sino entrevistas por Vesalio, Serveto y otros anatomistas.
Muerto en 1658.
No hay comentarios:
Publicar un comentario